El contexto previo a la Declaración de la Independencia se caracterizó por una profunda crisis en la que el sector revolucionario aparecía enfrentado puertas adentro, y al mismo tiempo, amenazado desde el exterior por el clima conservador que predominaba en Europa.

Por Valentina Mitrovich*
Hablar del 9 de julio de 1816 supone no sólo concentrarse en uno de los hechos políticos trascendentales de nuestra historia como país, la declaración de la Independencia, sino también implica comprender la importancia del Congreso como espacio de gobernabilidad, luego de seis años de desacuerdos entre Buenos Aires y las provincias.
El contexto previo a la Declaración de la Independencia se caracterizó por una profunda crisis en la que el sector revolucionario aparecía enfrentado puertas adentro, y al mismo tiempo, amenazado desde el exterior por el clima conservador que predominaba en Europa tras la derrota militar de Napoleón y la vuelta al trono del Rey Fernando VII. Para España, era prioritario recuperar la iniciativa militar con el envío de numerosos ejércitos con el objetivo de frenar los movimientos insurgentes que se estaban dando en Hispanoamérica.
En las Provincias Unidas del Río de la Plata, las dificultades sobraban en el horizonte de los revolucionarios. Hubo territorios provinciales que, cansados del mando político que se ejercía desde Buenos Aires, estaban dispuestos a convertirse en nuevos centros de poder. La Banda Oriental, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe y Córdoba veían con muy buenos ojos el liderazgo ejercido por José Gervasio Artigas. Ya en 1815, en un congreso reunido en Arroyo de la China, la Liga de los Pueblos Libres había declarado la independencia no sólo de la Corona española, sino también de Buenos Aires.
Las derrotas militares también contribuían a la sombría situación. Luego de Sipe-Sipe, el Ejército del Norte comandado por Rondeau se había replegado hasta Tucumán. Sólo quedaban Güemes y sus gauchos para defender las fronteras. Inclusive, en su paso por Salta, Rondeau tuvo una disputa con Güemes, la que encontró una salida diplomática por medio del Pacto de los Cerrillos. San Martín se encontraba en Mendoza, alistando al Ejército de los Andes para el duro cruce por la Cordillera. En Chile, los realistas se habían fortalecido luego de Rancagua, y Simón Bolívar hacía grandes esfuerzos en la región Caribe para tratar de reconstruir sus diezmadas tropas.
Para los patriotas en el Río de la Plata, la última carta que quedaba por jugar era la de convocar nuevamente un congreso constituyente. Avanzar en una declaración de independencia era el gran objetivo. La Asamblea del Año XIII lo había intentado, pero el retroceso napoleónico en Europa terminó frustrando la radicalidad del grupo. Luego de la caída de Alvear, el Cabildo de Buenos Aires designó una Junta de Observación. Mediante el Estatuto Provisional, la Junta convocó al congreso, el cual debía reunirse en una ciudad del interior. El lugar elegido: San Miguel de Tucumán
Se escogió esta ciudad para evitar el recelo que hubiera ocasionado la elección de Buenos Aires como sede. Los pueblos vinculaban por entonces a Buenos Aires con un poder centralista, y se encontraba todavía fresco el recuerdo de las críticas hacia Carlos María de Alvear, Director Supremo que había sido cuestionado y desplazado de su cargo en abril de 1815 en el levantamiento de Fontezuelas. Por otra parte, el pueblo de Tucumán había mostrado una participación decisiva en el proceso de revolución y guerra, apoyando al Ejército del Norte en la batalla de 1812. Esta colaboración fue premiada en 1814 por el Director Supremo Gervasio Antonio de Posadas, quien dispuso que Tucumán se convirtiera en una provincia.
A mediados de 1815, se había iniciado el proceso eleccionario. Mediante un sistema indirecto, las ciudades y villas debían elegir a sus representantes, de acuerdo a la cantidad de habitantes. La elección designó principalmente sacerdotes y abogados, debido a sus conocimientos y prestigio social. Luego de ser votados, emprendieron el largo viaje hasta Tucumán.
En ese momento, la guerra había transformado la ciudad en cuartel. No estaba preparada para alojar a los diputados y contaba con muy pocos fondos en el tesoro provincial. El gobernador Bernabé Aráoz pidió un préstamo a los comerciantes locales y se encargó de preparar la recepción de los diputados y de las refacciones de la casa de la familia Laguna Bazán para alojar al Soberano Congreso. Los primeros diputados arribaron entre fines de 1815 y principios de 1816. Con el transcurrir de los días, fueron llegando en mayor número.
El inicio oficial de las sesiones del Soberano Congreso Constituyente se realizó un 24 de marzo de 1816. En las primeras semanas la actividad deliberativa se concentró en recibir a los representantes, tomarles juramento y revisar las actas de su elección y las llamadas “Instrucciones”, que eran los pedidos especiales y límites que cada pueblo confería a sus representantes.
El Congreso declaró el “fin de la Revolución y principio del Orden”. Con Juan Martín de Pueyrredón como director supremo, se logró unir a una parte de las provincias.
Las sesiones se intensificaron con los meses. Los objetivos más acuciantes a tratar eran establecer una forma de gobierno, lograr una constitución, encaminar la guerra y proclamar la ansiada independencia de España.
Finalmente, el 9 de julio de 1816, los diputados se animaron a dar el paso decisivo: romper los violentos vínculos con España y alcanzar el sueño de libertad por el que estaban luchando. La visita de Manuel Belgrano tres días antes instaló la discusión sobre una monarquía inca o una república. Resolver la forma de gobierno era necesario para alcanzar el objetivo de hacer una constitución Ambos objetivos no corrieron la misma suerte. La Constitución de 1819, dictada por el Congreso ya instalado en Buenos Aires, optó por un régimen mixto basado en una soberanía indivisible, sin expedirse sobre la organización de las provincias. En 1820 el poder central no pudo sobrevivir a las tensiones desatadas y cae; el Congreso se disuelve.
Comienza entonces otra historia: a pesar de la proclamación de la Independencia, la organización de las provincias recorrería otros caminos más largos y complejos.
*Responsable del Área de Investigación de Casa Histórica Museo Nacional de la Independencia / INHILEP. Fuente: Asociación Argentina de Investigadores en Historia (AsAIH).