Se trata de la primera investigación sobre esa red social en la Argentina. Entre otras cuestiones, el estudio destaca el carácter absorbente de la aplicación, que genera nociones de “pérdida” del tiempo, de descontrol, e incluso de “abducción”.

TikTok es la red sociodigital de mayor crecimiento desde 2020 y es la plataforma más importante de acceso a información y opinión de menores de 25 años en muchos países de Occidente. Tiene más de mil millones de usuarios en el mundo.
En Argentina, TikTok tenía 16,2 millones de usuarios mayores de 18 años a comienzos de 2023 (la compañía no informa datos de menores de 18 años, aunque su uso entre adolescentes y menores es muy extendido). Entre 2022 y 2023, la red social sumó casi cinco millones de usuarios en el país.

Si se considera a WhatsApp (Meta) un servicio de mensajería y no una red sociodigital –lo que divide opiniones en los análisis académicos–, TikTok es la aplicación que más tiempo de uso captura por parte de sus consumidores: más de 20 horas mensuales (20:06), contra 17:30 de Instagram (Meta) y 15:30 de Facebook (Meta).

La masificación de TikTok y la opacidad de su programación algorítmica, así como su política de extracción de datos personales, son citadas por los intentos de prohibición de la plataforma de origen chino en EE.UU. por parte del gobierno, así como por la Unión Europea a la hora de imponer restricciones importantes para su uso por parte de funcionarios públicos.
Las características propias de TikTok, sumadas a la imposibilidad de acceder a datos de la plataforma, motivaron a Amnistía Internacional a realizar este estudio etnográfico sobre usos y apropiaciones de TikTok entre jóvenes y adolescentes de entre 13 y 25 años durante el primer semestre de 2023, en cinco localidades de Argentina. Ello, con el propósito de acompañar, registrar e interpretar las vivencias y usos de esta aplicación por personas jóvenes a lo largo de casi seis meses.

El trabajo de campo de la investigación fue realizado por Agustín Mondelo, Brenda Peralta, Catalina Llarín, Emmanuel Pérez Zamora, Juan Pablo Sambuceti, Lucía Fiorella y Vanina Romero, y contó con el diseño y dirección de Victoria Irisarri y Martín Becerra.

Los hallazgos de la investigación se centran en dos ejes principales: privacidad y datos personales, por un lado, y salud mental por el otro. En ellos se incluye la espiral tóxica que puede ser TikTok, las estrategias de hiperpersonalización del algoritmo, la conflictiva gestión del tiempo, los miedos y la exposición a la violencia.
“Las redes sociales deberían combinar entretenimiento, comunicación y servir además como fuente de información, y de hecho han dado muestras de lo beneficiosas que pueden ser para socializar, difundir noticias y conectar. Sin embargo, nuestro estudio enciende algunas alarmas que preocupan no solo a mamás y papás sino a los propios usuarios de TikTok”, alertó Mariela Belski, directora ejecutiva de Amnistía Internacional Argentina.
“El algoritmo me escucha”: privacidad en TikTok
El algoritmo de la app es percibido como una entidad “con vida propia” que predice, casi mágicamente, los gustos, preferencias y hasta los pensamientos de los usuarios. A lo largo del trabajo de campo los jóvenes compartieron frases tales como: “el algoritmo se dio cuenta de lo que me gusta”.
Así, TikTok genera una especie de “burbuja”. Extrae información con y sin consentimiento en base a variables como intereses, gustos y motivaciones, género y rango etario; información técnica sobre el dispositivo móvil, dirección IP, proxy, operador de telecomunicaciones, zona horaria, tipo de red, identificadores del dispositivo, nombres y tipos de aplicaciones y archivos, patrones o ritmos de pulsación de teclas, estado de la batería, configuración de audio y dispositivos de audio conectados. Los datos y la huella digital de los usuarios son rastreables e identificables.
La extracción de datos no puede desactivarse. Su política de privacidad es poco respetuosa de los datos personales y de la información generada por sus usuarios. La plataforma utiliza estos datos para crear perfiles que se ponen a disposición de los anunciantes para que se dirijan a ellos con contenidos y anuncios altamente personalizados.
Este “nivel de extracción” no es parejo en todo el mundo. Según el lugar donde viva el niño, niña o usuario adolescente de TikTok, el sistema es más o menos respetuoso. Por ejemplo, en la Unión Europea o en algunas partes de Asia el sistema presenta más barreras para el acceso a los datos de los usuarios.
Miedos y salud mental
Uno de los hallazgos del estudio fue la distinción entre el “lado malo” y el “lado bueno” de TikTok. Los jóvenes generan estrategias para “salir del lado malo”. Por ejemplo, entrenarlo a través de los “me gusta” y también de la elección “no me interesa”; abrir cuentas que “entrenan” para que la programación algorítmica reitere determinados temas y contenidos deseados; también suelen pedirles a otros usuarios que les envíen links con contenidos “buenos” que ayudarán a “domesticar” al algoritmo.
Complementariamente, hay otros temores como el volverse viral por un contenido o por la atención derivada desde otras cuentas. En TikTok el “peso” de la viralidad recae más sobre el tema del video, su geolocalización y otras variables que la compañía no revela.
Además, el estudio destaca el carácter absorbente de la aplicación que genera nociones de “pérdida” del tiempo, de descontrol, e incluso de “abducción”. En principio, las búsquedas de autorregulación o control parental no parecerían suficientes para frenar la sensación de adicción. Incluso las alertas que la misma app promociona para limitar su consumo no son eficaces. Las advertencias sobre “contenido sensible” tampoco son una respuesta adecuada.
El autodiagnóstico emerge como una práctica frecuente. Su popularidad, la distancia con el saber profesional y científico respecto de síntomas percibidos como problemas de salud física y mental y el acceso directo a consejos de influencers u otras cuentas, experiencias y recetas vinculadas con el aspecto y con el bienestar emocional es un resultado sobresaliente del estudio, no sólo por los testimonios de los interlocutores, sino porque narran estas situaciones como generalizadas en sus entornos. Estos contenidos pueden poner en riesgo la integridad física o el equilibrio mental, sin que la programación algorítmica de la plataforma detecte o emita alertas en estos casos.
El informe completo se puede leer o descargar acá:
Fuentes: Martín Becerra y Amnistía Internacional Argentina