¿En qué momento de los quehaceres diarios necesitamos aplicar nuestra fuerza muscular? ¿Cuándo recurrimos a la resistencia y/o a la flexibilidad para realizar alguna tarea del hogar?

En la columna anterior, concluimos que cuando decimos actividad física no solo nos referimos a practicar algún deporte, hacer yoga, pilates, zumba, ir a un gimnasio, bicicletear, etcétera, sino que también nos referimos a limpiar la casa, cortar el césped, ir de compras caminando o en bicicleta. Y veremos entonces que las actividades físicas, necesitan si o si de las capacidades físicas para poder llevarlas a cabo.
Para ello, definimos a las capacidades físicas como las aptitudes que permiten de forma elemental cualquier tipo de actividad física o, simplemente, como las predisposiciones fisiológicas innatas en el individuo, que son factibles de ser medidas y mejoradas. Dejaremos de lado cómo se clasifican, cuántas son y las diferentes teorías que se refieren a ellas.
Pero sí, debemos tener en claro que las tres capacidades básicas en las que se sostiene la actividad física y, por ende, el rendimiento físico, son: fuerza (músculos), resistencia (corazón y pulmones) y flexibilidad (articulaciones y tendones). Algunos autores, agregan a este listado la coordinación y la velocidad, pero no es nuestro objetivo analizar estos conceptos.
La fuerza y la resistencia son el 100% mejorables con un entrenamiento adecuado; en cambio, la flexibilidad desde el mismo día en que nacemos, comienza a perderse. Basta con preguntarnos, ¿cuántas personas pueden llevarse el dedo gordo del pie a la boca, después de los 15, 20, 30, 40 años?
Ahora, si no realizo ninguna actividad física, ¿para qué quiero mejorar la fuerza y la resistencia y mantener la flexibilidad? Esa sería, en todo caso, una preocupación de las personas que realizan actividad física y sobre todo si compiten en algún deporte.
La masa muscular y, por consiguiente, la fuerza, a partir de los 30 años comienzan a perderse y después de los 50 años el deterioro es de un 2 % anual aproximadamente. Y se estima que la capacidad aeróbica se pierde en un 10 % en personas sedentarias, mayores de 25 años y en un 15 % cada 10 años, en personas de entre 50 y 75 años. La flexibilidad, ya hemos visto, que es a partir del nacimiento y empezamos a perderla si no la mantenemos.
A partir de estos sencillos datos, nadie dudará entonces de que no hace falta realizar alguna actividad física o practicar algún deporte para querer mantener o mejorar estas tres capacidades físicas. El solo hecho de querer llevar una vida saludable nos obligará, irremediablemente, en pensar en mantenerlas y/o mejorarlas.
Hagamos un ejercicio mental y pensemos en nuestra vida cotidiana, independientemente que hagamos o no alguna actividad física: ¿en qué momento de los quehaceres diarios necesitamos aplicar nuestra fuerza muscular? o, ¿cuándo recurrimos a la resistencia y/o a la flexibilidad para realizar alguna tarea del hogar?
Si llegamos a la conclusión de que, en todos los momentos de nuestra vida, aplicamos fuerza, resistencia y flexibilidad, es hora de ponerse a pensar que esas cualidades tan importantes para la práctica deportiva de rendimiento, son aún más importantes a la hora de mantener nuestras funciones motoras a medida que vamos avanzando en la edad, para no decir envejeciendo.
Pensemos que nuestra independencia, cuando lleguemos a nuestra edad de adulto mayor, dependerá ─más allá de cómo nos encontremos de salud─ de los niveles que conservemos de fuerza, resistencia y flexibilidad. Pero como dijimos que nuestro cuerpo es un todo (cuerpo-mente-alma) inseparable, la capacidad de pensar y de sentir también debemos trabajarlas, pero este es un tema que tiene sus especialistas encargados de ellas.
Finalmente, ¿qué es más importante mantener y mejorar nuestra capacidad de fuerza, nuestra resistencia o nuestra flexibilidad? Es un tema que da para mucho, así que en los próximos encuentros hablaremos de ello.